A veces te hago un santo, te invoco en mis rituales, sin saber que estabas allí, desde siempre, desde el origen de los tiempos fuiste necesario, elemento intrínseco de la cultura y de la humanidad. Revuelvo mi yeso y te moldeo según mis visiones y después de un cierto tiempo de trabajo, te apareces ante mí, tal cual te soñé.
medyu,
pesedyu,
jemenu,
sejef,
seresu,
diu,
fedu,
jemet,
senu,
ua.
La luz era tenue y te veía entre los colores difusos de la noche. Los sonidos eran escasos. No prevalecían en aquella escena así que tu voz se oía perfectamente. Ni una brisa entraba por la ventana, todo estaba como hermético, como paralizado en el tiempo. Silencio. Tan sólo tu voz.
El tiempo era lo que no importaba. Tu voz me conmovía en lo más profundo. Cómo podías estar sumergido en ese torbellino esgrimiendo esas palabras con presición de un reloj de cuarzo. (Qué paradoja).
En ese momento varias imágenes se me transpusieron, esas imágenes que evoco desde el comienzo de los tiempos, y no eras vos con esas palabras sino otro...como niño uno el tiempo se aleja se mezcla se desarma se transpone me exita no nada tu mirada no nada tu cuerpo al que no veo no tengo en cuenta tan sólo tu voz, y tu risa, y cómo me mostrás el tesoro escondido me lo mostrás a mí y muero de dulzura te miro me miras nos separa una eternidad y no, también nos une, palabras clave, arquetipos, sólo magia, en el momento en que la energía se acrecenta y estalla, en mil pedazos, el cristal, escucho el sonido de los pedazos de vidrio impactando contra la pared, pienso en sentirte pero me niego, pienso en la materia y en los átomos, pienso en el infinito, y estás vos...con la llave.