martes, 8 de enero de 2013

El Calíope de Satán


Niebla espesa, extiendo la mano para tantear el aire, para comprobar si hay algo ahí del otro lado, si no es tan sólo un espacio infinito. Es y no es, la niebla es fría y a medida que la agito levemente, se va disipando. Puedo poner un pie del otro lado y luego el otro, cruzo la frontera entre lo real y lo irreal. El sonido del calíope suena fantasmal al principio, pero luego se vuelve encantador. Y ahí te veo, bailando alrededor del fuego, tus pies no tocan el suelo, balanceando tu cuerpo, tus manos, al son de una danza tribal, te estremecés y hacés que los espíritus atávicos bailen contigo, fluyan y se diluyan contigo, con tu cabello de oro  al viento.  Levantás el polvo del suelo formando remolinos, y el fuego, embravecido, comienza a elevarse hasta el cielo nocturno y se une a las estrellas.
En un momento me acerco, piso una rama que cruje y te detiene inmediatamente, me clavas una mirada abismal, profunda, escalofriante. Te miro, te acercas, extiendes tu mano y me invitas a unirme a la danza. Una mueca electrizante se dibuja en tu sonrisa, destellan tus ojos felinos.  Reticente, me quedo inmóvil en el lugar hasta que una fuerza me impulsa a comenzar a balancearme rítmicamente, siento la música del calíope del infierno, el fuego se aviva, el sonido se intensifica, los espíritus aullan, la naturaleza se une en este ritual secreto y sagrado.
De pronto un tambor anuncia el final del rito, la música se detiene, el fuego se apaga, desapareces en la niebla, llega la mañana, los pájaros cantan, veo los plátanos verdes y desfigurados en ese amanecer repentino. Ni una huella del fuego, de la niebla, de tu sonrisa endemoniada, de tus ojos felinos.
Te buscaré por siempre a través de la niebla, tantearé si andás por ahí, estaré atenta al primer sonido del calíope del infierno, cuando vuelvas a buscarme otra vez.