domingo, 15 de enero de 2017

Traicionados por las palabras


Las palabras se burlan de nosotros, hacen lo que quieren. Van tomando infinitos significados, y nos van enlazando. Van ajustando la cuerda alrededor del cuello.

Casi nunca sabemos lo que tenemos que decir. En el momento preciso, las palabras nos juegan una mala pasada y se disparan solas, diciendo cosas que jamás quisimos decir. Más pensamos, más nos aprietan. Llegan un momento que el nudo se ciñe sobre la garganta, tironean, y ya no hay más.

Duele, duele todo el tiempo y no para de doler. Las palabras jamás van a poder expresar el dolor. No están para ayudarnos, están para embaucarnos y llevarnos inevitablemente hacia el abismo.
Siento el nudo ceñido alrededor del cuello. Siento la cuerda seca y áspera que me lastima la piel y me va dejando lentamente sin aire. Cada palabra que me entregas va cediendo un centímetro más. Cada recuerdo, cada marca va horadando el surco y marcando la carne. Es espeluznante saber cuál será el final. Sentencia de muerte. Lloro amargamente y me quedo estupefacta esperando. Sé que no va a ceder. Sé que no vas a ceder, y una mueca horripilante se dibuja en tu cara deformada por el placer que te genera, me mira y te reís apreciando semejante espectáculo de sometimiento. Te sabés poderoso, con el dedo tirando desde la otra punta de la cuerda, gimiendo de placer ante cada ajuste.

Malditas, malditas palabras, algún día las enlazaré y las precipitaré yo misma al abismo. Algún día, y ya va a dejar de doler.